domingo, 17 de enero de 2010

JAIME LUIS MARTÍN: EL VALOR DE LO MANUAL


Las propuestas artísticas de dos creadoras formadas en la Escuela de Cerámica

La fusión que se produce en la galería Octógono entre la obra de Consuelo Vallina y las propuestas de la ceramista Anabel Barrio se entiende como una reacción entre dos modos de concebir la creación, que da lugar a un desprendimiento de energía creativa, aprovechando una conjunción de intereses artísticos que, en estos momentos, comparten. El diálogo se entabla a niveles formales, en ciertos enredos cerámicos, en la armonía y en las pulsiones pictóricas que definen ambos trabajos.

En el caso de Anabel, formada como perito ceramista en la Escuela Oficial de Cerámica de Manises, se inició en la técnica del «socarrat», pero derivó, muy pronto, hacia formas naturalistas y expresionistas. En sus últimos trabajos presentados al XIII Certamen «San Agustín» de cerámica se convertía en protagonista la naturaleza -flores y plantas- sobredimensionada, de fuerte cromatismo, adscripción geométrica, reminiscencias pop y connotaciones eróticas. Unas piezas de indudable frescura con las que fue seleccionada en el XXXIV Certamen Nacional de Arte de Luarca. Actualmente, en sus propuestas, con más vocación pictórica que escultórica, se entremezclan gres y esmaltes, produciendo unos contrastes de indudable interés, traspasados por los aspectos ornamentales que acompañan toda su obra.

A Consuelo Vallina se le nota que disfruta con su trabajo. Se encuentra en un momento de plenitud, reafirmando sus creencias pictóricas, pero sin excluir ninguna experiencia, preocupada por resolver su obra y ocupada en esos pálpitos cromáticos y contemplativos que tan buenos resultados le están propiciando. Y aunque no se encuentran demasiadas referencias figurativas -salvo algún signo o incisión-, «una parte sustancial de su trabajo», señalaba Javier Hernando, «puede ser leída en clave de paisaje» porque en estas composiciones recorridas por franjas y segmentos encontramos los estratos del territorio. El color, las estructuras rítmicas y geométricas, la planitud, la materia, los signos que Alfonso Palacio relacionó, muy acertadamente, con lo tribal y africano constituyen un espacio de indudable atractivo e inclinación informalista.

Consuelo Vallina se ha venido formando durante los últimos años en la Escuela Municipal de Cerámica de Avilés, ensayando una producción con el barro como protagonista que transita muy próxima a sus constantes pictóricas: los signos e incisiones, la adscripción al primitivismo, la tonalidad de las piezas. Y, sobre todo, mantiene ese valor por lo manual que impregna toda su obra. Los tapices de su primera etapa y el papel hecho a mano de sus trabajos posteriores, como ahora sucede con los cuencos, están impregnados de autenticidad, de ese aprecio por la materia y la tradición que, entre sus manos, se contamina de vanguardia.

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