domingo, 17 de enero de 2010

RUBÉN SUÁREZ: UNA ARMONICA SONORIDAD DEL COLOR

Publicado en el periódico La Nueva España, febrero 2006

A mediados de los años setenta, surgió en Nueva York una de las muchas minitendencias a las que dio lugar el eclecticismo imperante, bastantes ellas referidas a la condición femenina, y que fue llamada Pattern-Painting o Patern Decoración, un estilo pictórico inspirado en las técnicas, motivos y formas decorativas de civilizaciones de tradición artesana popular realizadas sobre tejidos y caracterizados por la intensidad y exuberancia del color y la complejidad del dibujo, de inspiración floral, o a menudo abstracto, islámico, celtas, hindú, etcétera.

 Quiso ser una reivindicación de lo decorativo tradicional en el arte contemporáneo y a menudo se significaba por la reiteración del dibujo, de ahí el “pattern” patrón, estructura de repetición. A primera vista podría tener uno la tentación de adscribir la obra de Consuelo Vallina a dicha tendencia, por los signos y el color de su obra, y con mas razón si recordamos los trabajos que la situaron entre las artistas españolas que utilizaban materias textiles en el diseño y creación de tapices, su dedicación a la investigación sobre teñidos y manipulación de soportes en la búsqueda de valores texturales y que, aún ahora, realiza sus pinturas son fibra de algodón.


Sin embargo, ya advertía en la exposición que realizó en el Museo Evaristo Valle de Gijón en 1997, que Consuelo Vallina había decidido dar todo el protagonismo de su obra a la pintura como tal, a los valores del color y la forma sobre la materia. Y ahora podemos comprobar que, definitivamente, esta obra se sitúa más en relación con tendencias como el fauvismo matissiano o el expresionismo abstracto que con las populares artes folk artesanales.

De hecho, y aunque no tengan con ellos un parecido real, los dibujos de Consuelo Vallina nos pueden recordar los motivos de Matisse en los manteles de sus bodegones, la blusa rumana o los pantalones rojos de su odalisca, antes que de algún bordado oriental. Pero lo que proporciona a la obra su entidad pictórica es la distribución de los campos de color.

Sus relaciones son las que proporcionan la medida del espacio y deciden la composición, por debajo de los acentos gráficos, esos signos que dan algunas de estas pinturas aspecto como de fragmentos de antiguas arquitecturas. Es el color el protagonista final de esta exposición, los colores que parecen acordar su sonoridad ambiental, pese a ser muy diversos. Y como el color es hijo de la luz, tiene mucho sentido que sea precisamente “Luces” el título de la muestra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario